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jueves, 1 de noviembre de 2012

Científico Católico Español contra Darwin (607)

Religión en Libertad
Describió el Iguanodón, primer dinosaurio español
Murió defendiendo en solitario 
la autenticidad de las cuevas de Altamira
que los evolucionistas negaban
(3 octubre 2012)

Cuando murió Juan Vilanova y Piera (1821-1893), a la sazón catedrático de Geología y Paleontología de la Universidad Central de Madrid y máximo experto español de la época en fósiles, era prácticamente el único científico que sostenía laautenticidad de las pinturas de la cueva de Altamira. 

El debate se resumía en dos posiciones: los darwinistas no admitían esa perfección artística en un hombre primitivo cuyas habilidades tendrían que ser sustancialmente distintas a las del hombre actual; sin embargo, para los adversarios del darwinismo, que aquella belleza tuviese miles de años confirmaba su convicción de la identidad de la naturaleza humana en el tiempo.

Padre de la geopaleontología y la prehistoria españolas
La discusión tenía mucho de ideológica en sus motivaciones, pero era experimental en los argumentos utilizados, en una época en la que la multiplicación de hallazgos paleontológicos y su datación y análisis suscitaban pasiones. Y Vilanova, quien había descrito el primer dinosaurio hallado en España al identificar restos de iguanodón en Utrillas (Teruel) y Morella (Castellón), se había hecho célebre, como parte de su extensa e internacionalmente acreditada labor investigadora, por oponerse a las tesis de Charles Darwin sobre el origen de las especies.

La historia de esta polémica aparece recogida en un libro recientemente publicado por la Diputación de Valencia, su ciudad natal: Juan Vilanova y Piera (1821-1893), la obra de un naturalista y prehistoriador valenciano, del que son autores Francisco Pelayo López yRodolfo Gozalo Gutiérrez. Que incluye la reproducción de un capítulo de su Manual de Geología titulado "Concordancia entre Génesis y ciencia".

La verdad de la Biblia y la verdad científica es la misma
Más allá de la polémica evolucionismo-antievolucionismo, que sigue viva hoy bajo parámetros distintos (más genéticos que morfológicos), destaca la coherencia de la posición de Vilanova. Su argumentación contra el darwinismo es científica, no religiosa, y lo que plantea es la compatibilidad entre cuanto dice la Biblia y los conocimientos ciertos que suministraba la ciencia de su tiempo.

"Moisés ni se propuso escribir un tratado de Geología ni tampoco se dirigía a un pueblo de sabios para hablarles de estas concepciones filosóficas", subraya. Y su objetivo es presentar "las armonías entre el Génesis y las ciencias modernas en el día en que el sucesivo progreso de éstas y la mejor interpretación de aquél han permitido establecer y gozar".

"Se ha podido notar", continúa, "que todas las observaciones, los hechos todos que las ciencias han conquistado a través de los siglos y luchando con dificultades sin número, son la más plena confirmación de los establecido por Moisés en aquel libro sublime, de cuya autenticidad y antiquísima fecha nadie duda. Y no podía menos de suceder así, pues si la revelación es la verdad emanada de Dios, las ciencias no podían estar en oposición, siento también su objeto final la indagación de la verdad". Habida cuenta, además, del "lenguaje enteramente simbólico y metafórico propio del idioma hebreo y de los pueblos orientales" que utiliza la Biblia.

Con censura eclesiástica
Vilanova, un católico convencido y militante, era muy cuidadoso en sus afirmaciones sobre las Sagradas Escrituras. Cuando publicó su Origen, naturaleza y antigüedad del hombre en 1872 sometió a la censura eclesiástica las páginas concernientes al relato de la Creación.

"La formación sucesiva de los diversos seres, según lo refiere el historiador sagrado, está en perfecta armonía con la doctrina que en este punto sigue el señor Vilanova; y si bien en el terreno de la ciencia asegura que la antigüedad del hombre en el globo es más de la que se supone por los variados cálculos hechos sobre este punto, no obstante creemos no sea contrario al dogma católico sostener esta opinión, cuando la Iglesia no ha declarado el número fijo de años que lleva el hombre en la tierra... Tampoco vemos se contraríe el texto sagrado cuando la geología ha descubierto que las capas terrestres nos demuestran que la vida ha debido sucederse por grados en la tierra y aun en razón directa de la complicación del organismo; puesto que se deduce esta teoría del mismo Génesis", determinó la vicaría eclesiástica de Madrid.

La censura eclesiástica concluye recordando que "la Iglesia ha ido siempre delante en todos los conocimientos científicos y ha protegido en todos tiempos las ciencias naturales (por más que la maledicencia diga lo contrario)".

Periodos cósmicos y geológicos
En cuanto a la cuestión cronológica, por ejemplo, afirma Vilanova en "Concordancia entre Génesis y ciencia" que el periodo de "aparición de la materia que había de constituir más tarde los centros planetarios, los planetas y sus satélites (periodo que hemos llamado cósmico)" fue "de duración indefinida para la ciencia como para Moisés", y el segundo periodo de la Creación hace referencia "a la historia particular de la Tierra, y corresponde a los que llamamos tiempos geológicos". Como ya antes habían establecido los exégetas bíblicos, la expresión "día" en el Génesis no se refiere a un periodo de veinticuatro horas, por lo cual Vilanova no veía ninguna contradicción con los periodos de miles de años con los cuales empezaba a trabajar su ciencia.

No se trataba, pues, de contraponer verdades religiosas con verdades científicas, sino de examinar cuáles eran realmente verdades religiosas y cuáles eran realmente verdades científicas, porque entre ambas la contradicción sería imposible.

Así que, sin entrar en el momento concreto actual de la polémica sobre la evolución, parece claro que Vilanova tuvo razón en cuanto a Altamira, tuvo razón en cuanto al darwinismo (descartado por los evolucionistas salvo en la intuición de Darwin que dio origen a la hipótesis transformista) y tuvo razón al formular hace más de un siglo los criterios con los que la Iglesia hoy se aproxima a cada nuevo descubrimiento científico.

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