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lunes, 11 de febrero de 2013

Virgen de Lourdes: Apariciones, Curaciones y Conversiones (756)



La Virgen María, entre el 11 de febrero y el 16 de julio de 1858, se apareció dieciocho veces a Bernardeta Soubirons en Lourdes. 

Lourdes es una pequeña ciudad de Francia en las estribaciones de los Pirineos, su origen se remonta a los romanos. Los sarracenos, después de su derrota en Poitiers (año 732) ocuparon el castillo que protege el valle. 

Desde Zaragoza, a través de Huesca y el puerto de Somport en la frontera, se llega a Pau que está en la ruta de Bayona a Tolosa. A 40 Km de Pau en dirección sureste se encuentra Lourdes. 

El 11 de febrero, era Jueves Santo, Bernardeta fue con su hermana mayor y una amiga a coger leña en el bosque vecino a la gruta de Massaviele. Habiendo quedado rezagada oyó un ruido que parecía una ráfaga de viento, levantó los ojos hacia la gruta y vio a una mujer vestida de blanco con cinturón azul, en el brazo tenía un rosario y una rosa de oro en cada pie. De rodillas rezó el rosario con la señora que no movía los labios pero hacía correr las cuentas. 

A continuación figuran las principales Apariciones: 

  • II: Éxtasis de Bernardeta después del rezo del Rosario. 
  • III: Primer diálogo de Bernardeta con la Señora. 
  • IV: Invitación a la oración por los pecadores y el mundo. 
  • VIII: Invitación a la penitencia por los pecadores. 
  • IX: Origen de la Fuente de agua milagrosa a la izquierda de la gruta. 
  • XIII: Petición de una capilla e invitación a la peregrinación 
  • XVI: La Virgen revela su identidad a Bernardeta: “Soy la Inmaculada Concepción”. 
Es la confirmación divina al dogma de la Inmaculada, proclamado el 8 de diciembre de 1854 por Pío IX. La elección de Francia es, como en tantas ocasiones de la historia (Virgen del Pilar en Zaragoza, Virgen de Guadalupe en México, etc) el auxilio a la Iglesia local. Los creyentes franceses vivían en un clima de persecución, consecuencia de la Ilustración y la Revolución, dirigidas por iluminados y masones. 

Bernardeta nació el 7 de enero de 1844 en Lourdes. Su padre era un molinero caído en la miseria que había perdido un ojo en un accidente y había sido encarcelado injustamente por un robo; vivió siempre humilde y menesteroso. Su madre casó a los 17 años y alumbró 9 hijos, pero sólo 5 sobrevivieron. Era severa y rígida, pero se esmeró en el cuidado de Bernardeta, la primogénita, a causa de su mala salud. Durante las apariciones decía: “Tengo una hija boba y enferma, ahora se ha puesto a ver visiones”. 

En 1855, Bernardeta fue atacada por el cólera, después le llegó el asma y la tuberculosis que le llevarán a la tumba a los 33 años. No pudo hacer la Primera Comunión hasta los 14 años porque tenía gran dificultad en el aprendizaje del Catecismo. La única oración que conocía era el Rosario. La Virgen le habló siempre en dialecto.

En 1864 entró en el convento de Nevers, sufriendo incomprensiones y humillaciones, se le consideró una ignorante aldeana a pesar de sus Visiones. Profesó en 1867, siempre manifestaba que no servía para nada por lo que el obispo le confió la misión de la oración. 

En 1909 terminó el Proceso Canónico y su cuerpo fue encontrado en perfecto estado de conservación. Pío XI la proclamó Beata en 1925 y Santa en 1933, en la festividad de la “Inmaculada Concepción”. 

Millones de peregrinos acceden a Lourdes en busca de la curación de sus enfermedades físicas o espirituales. El agua de la Fuente en la gruta de las Apariciones no ha cesado de correr, con ella se alimentan las piscinas donde se bañan los enfermos más graves. Los análisis químicos han demostrado que el agua milagrosa tiene una gran pureza y que ninguna bacteria o virus puede sobrevivir en ella, propiedad que la ciencia no ha podido explicar. 

En 1873 se crearon los archivos de la Oficina Médica de Lourdes que acredita cerca de 7.000 casos de curación inexplicable para la ciencia. El Comité Médico Internacional de Lourdes ha declarado 68 casos de curaciones milagrosas, que cumplen los requisitos: 
  • Enfermedad grave con amenaza de la vida, orgánica no funcional, documentada por exámenes médicos objetivos. 
  • Curación repentina, total y duradera, más de cuatro años. 
La última curación milagrosa reconocida por el Comité es la de Serge Francois, de 56 años, que participó en la peregrinación de enfermos de la diócesis de Angers en Abril de 2002. Antes era voluntario hospitalario en las peregrinaciones. Desde 1997 sufría una dolorosa lesión de espalda, operado de hernia discal en Nantes, su pierna izquierda quedó paralizada totalmente. Para agradecer su curación a la Virgen ha realizado a pie el Camino de Santiago (1.500 Km). 

Pero el fruto mayor de las Apariciones no son las curaciones materiales sino las innumerables conversiones de ateos, masones, apóstatas, herejes y católicos tibios. A título de ejemplo, citamos los casos de dos médicos franceses: 
  • Alexis Carrel, premio Nobel de Medicina (conversión en 1903) 
  • Maurice Caillet, alto grado de la Masonería y del Partido Socialista (conversión en 1989) 

Conversión de A. Carrel

Alexis Carrel (1873-1944), doctor en Medicina, anatomista experto en patología y ciencias experimentales, obtuvo el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1912 y es considerado uno de los mayores intelectuales de Francia en el siglo XX, reconocido mundialmente por su obra La incógnita del hombre.

Recibió formación religiosa en el colegio, pero la vida le había alejado de la Fe. Absorbido por los estudios científicos y seducido su espíritu por la filosofía alemana de Kant, se había ido convenciendo de que la certidumbre no existía fuera del método positivo. Destruidos sus principios religiosos por la acción del análisis racionalista le quedaba el recuerdo de un bello sueño. Se había refugiado en un escepticismo indulgente, rechazando a los fanáticos y creyendo en la bondad de todas las creencias (relativismo) sinceras. El racionalismo le satisfacía totalmente, pero en el fondo de su corazón subsistía una vaga esperanza, probablemente inconsciente, de poder alcanzar los hechos que dan la certidumbre, el reposo espiritual y el amor (es decir, la felicidad).

Se había sentido interesado en relatos referentes a curaciones inexplicables, referidas en periódicos católicos, en los libros del prestigioso doctor Boissarie y por un testigo tan poco sospechoso como el famoso novelista Zola.

En 1903, con ocasión de que un facultativo, encargado del servicio médico en las peregrinaciones de la diócesis de Lyon, le pidió que le reemplazara, aceptó con alguna repugnancia e inició el viaje a Lourdes en un tren destartalado con la responsabilidad de ocuparse de trescientos enfermos, ninguno de los cuales se resignaba a morir. Aquella noche tuvo que atender a M.F. cuando sufrió un síncope muy grave.

M.F. era una joven desahuciada por el Hospital, que no quiso operarla debido a su débil estado, cuyos padres y hermanos murieron tísicos. Desde los quince años padeció vómitos de sangre, pleuresía , un derrame cerebral y tuberculosis, por último se le diagnosticó peritonitis tuberculosa.

Alexis Carrel presenció la curación de M.F. mientras rezaba en la gruta después de ser rociada con el agua milagrosa de la Piscina en la que no fue posible sumergirla. El médico no tenía dudas de que M.F. sufría una enfermedad orgánica y fue testigo de una curación en breves instantes. El milagro golpeó fuertemente a Carrel; en aquel tiempo la pusilanimidad de los médicos era tal que quienes habían visitado Lourdes y habían presenciado los prodigios no se atrevían a confesarlo. Carrel tenía la idea de que nada prueba que Dios exista, ni lo contrario; se había interesado por el gran investigador Pasteur que llegó a conciliar la fe científica con la fe religiosa.

La noche de la curación de M.F. Carrel sintió que del fondo de su alma brotaba esta plegaria:
“Virgen Santa, Socorro de los desgraciados que te imploran humildemente, sálvame. Creo en Ti. Has querido responder a mi duda con un gran milagro. Mi gran deseo es ahora creer ciegamente sin discutir ni criticar nunca más”.
Alexis Carrel confesó a su biógrafo, lleno de convicción:
“Quiero creer y creo todo lo que la Iglesia Católica quiere que creamos, porque no hallo nada que esté en oposición real con los datos ciertos de la Ciencia”.
Al final de su vida, confesó y recibió la Eucaristía y la Extremaunción con la sencillez de un niño, según relata el sacerdote que le asistió.

Fuentes
Alexis Carrel. Viaje a Lourdes (1970)
Antonio Bernardo. Lourdes de ayer y hoy (1992) 
Maurice Caillet. Yo fui masón (2008)

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Francia: Revolución masónica 


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