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jueves, 24 de abril de 2014

Reflexiones en torno al Milagro del Fuego Santo de Jerusalén (1335)




InfoCatólica-Milenko (23/4/2014): Predicando la Cruzada el papa Urbano II durante el concilio de Clermont, en el 1095: “En verdad, en este Templo, el Sepulcro del Señor, Dios reposa, hasta hoy. No deja de manifestar milagros ya que, en los días de su Pasión, mientras todas las luces están apagadas en su Tumba y en la iglesia, de repente las lámparas apagadas se encienden. ¡Qué corazón puede ser tan duro como para no emocionarse ante tal espectáculo!”.

Este hecho extraordinario se conoce muy poco entre los católicos y protestantes. Sin embargo, no se lo puede dejar de lado. Sencillamente, es un hecho, además, para el colmo, ocurre todos los años en la noche Pascual. Eso sí, y allí lo añadido a esta llamativa cuestión, según el calendario juliano que siguen las Iglesias ortodoxas.

Te puede gustar, o te puede no gustar. Ocurre, te guste o no.

La cuestión principal es:
1º ¿Es Dios, o sea, la Santísima Trinidad, el que produce el milagro?
2º No se puede obviar la circunstancia fundamental, es un patriarca ortodoxo, no latino, el que entra al Sepulcro con las velas apagadas, y sale del mismo con las velas encendidas.


Señalo lo principal: es un hecho testimoniado y recogido por escrito desde los primeros siglos de la era cristiana, es decir, en el primer y en el segundo milenio, antes y después del cisma.Lo mismo ocurría con los patriarcas latinos, como ahora (lleva siglos así) con los patriarcas ortodoxos.

Por empezar, a mí me parece un milagro auténtico. Para los ortodoxos lo mismo. Es más, le dan una importancia trascendental. Llevan en el avión las velas encendidas en el Sepulcro hasta sus iglesias locales, en Moscú, Grecia, Bucarest,…

Allí mismo puede generarse una dificultad: un milagro no se puede utilizar como confirmación de que yo esté en lo correcto. Yo no puedo utilizar un hecho extraordinario para confirmar mi postura teológica, o peor, mi error. A Dios no se le puede considerar una propiedad, líbranos Señor.

Por otra parte, puede expresar un celo indebido de los católicos. Tal vez por eso en la época más reciente hubo gran reticencia en la Iglesia Católica respecto a este fenómeno. Incluso los fieles católicos que estuvieran presentes en esta “ceremonia” serían excomulgados hasta hace unos cincuenta años. No sé exactamente en qué época empezó a imponerse tal pena, pero ya no existe.

Yo en esto veo lo siguiente: al Señor no se le puede prohibir actuar. Y si el milagro es suyo, algo me quiere decir con esto. Él quiere que la Iglesia sea una, es decir, que todos los cristianos estemos en una misma Iglesia, porque lo que tiene de santo esta Iglesia o la otra, proviene solamente de Él. Por eso nos muestra que quiere a todos, pero de allí no se saca una conclusión sincretista: da igual en qué Iglesia estamos. No da igual.

La verdadera Iglesia es aquella que deja a Pedro entrar primero al Sepulcro (cfr. Ev. Jn), que vive en perfecta concordancia con la Palabra de Dios y la Tradición, en unión con Pedro.

Pero es llamativo el “ecumenismo” del Señor. Es él mismo que hace los milagros eucarísticos en la Iglesia Católica (no sé si hay alguno en la Iglesia Ortodoxa), y, según me parece, el milagro del fuego del Santo Sepulcro; o el mismo que expulsa los demonios, aunque el rito lo lleve un sacerdote ortodoxo; o el mismo que se aparece, cuando se aparece, a un fiel sea este católico, ortodoxo, o incluso protestante. Nosotros llevaríamos muy mal que el Señor se aparezca a un protestante. Ahora bien, eso no quiere decir que ese protestante debe seguir siéndolo. Lo que yo creo es que Dios no pasa de largo de un martirio de un musulmán que se hace cristiano, aunque sea protestante, en un país islámico y prefiera morir que dejar de ser cristiano.

Este hecho me dice que la unidad podrá venir solamente de Dios, no poniendo nosotros obstáculos a su iniciativa.

La unidad no puede venir a la fuerza y con nuestros pensamientos:


La unidad no puede venir haciendo una moral que no sea de Cristo (en un fresco de una iglesia ortodoxa en Serbia, un bienhechor -donó el dinero para la construcción de la iglesia- es llevado en la barca por San Nicolás hacia la salvación, pero con sus dos mujeres):


Dejando que el nacionalismo imponga su impronta (en una iglesia serbia en Chicago, el héroe nacional para algunos durante la segunda guerra mundial, un criminal de guerra juzgado y ejecutado por Tito, el comandante de los chetnik, Draza Mihajlovic, en un fresco):


La unidad no puede venir haciendo actos que van en una línea de supuesto respeto hacia otras religiones, confunden y escandalizan a los fieles, al menos a mí (Mons. Ivan Dias, arzobispo de Bombay, enciende la lámpara frente de dios Ghanesa (“Indian Express”, Bangalore, 6 de octubre 1997):


La unidad vendrá por la obediencia al Espíritu Santo, a quién debemos implorar “que todos sean uno”.

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