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lunes, 31 de octubre de 2022

El saludo "brazo en alto" es un signo recuperado de paz y amistad. inventado por los íberos de Hispania. No es romano, germano, francés, americano, falangista, fascista o nazi, ni sirio

Saludo Hispano documentado
Arte ibérico de los siglos V-IV-III aC
Museo Nacional Arqueológico-Madrid
1933: Falange Española
José Antonio Primo de Rivera
Saludo Hispano recuperado
SANTIAGO CLAVIJO

"El gesto implicaba un deseo de paz, 
un ademán de amistad al mostrar la mano
libre de cualquier arma, dejando claro al interlocutor 
que no había actitud peligrosa 
y se hacía como saludo y deseo de prosperidad"

El saludo hispano

El brazo derecho recto, la palma de la mano hierática y hacia el suelo y con un trazo de unos 45 grados; he aquí el saludo que Falange introdujo tibiamente hacia 1933 y que se perpetuó en España como inequívoca señal del régimen franquista. El común de los españoles diría ante este gesto de recuerdos encontrados, (dicho desde la distancia histórica) que se trata de una copia que los españoles hicieron de sus “camaradas fascistas italianos”, y no faltarán los que aseguren que este saludo ultraderechista proviene del mundo militar romano. 

Pero el origen del saludo, con toda una carga negativa y unas connotaciones de infausto recuerdo para buena parte de nuestra sociedad, no tiene nada que ver con Roma, con el fascismo y con la autoridad militar represiva, en tanto pudo haber nacido hace al menos 2.300 años. Lo vieron por primera vez los legionarios romanos acantonados en la Península Ibérica con motivo de las Segundas Guerras Púnicas, ese episodio bélico que duró casi 120 años (264146 aC) y que supuso el fin de los cartagineses como pueblo hegemónico del Mediterráneo y el comienzo de la Roma llamada a dominar el Mundo conocido. 

En aquellas Segundas Guerras Púnicas, el líder cartaginés Aníbal se enfrentó valerosamente a la Roma republicana. Desde Hispania organizó su ejército y aprovechó el descontento que los nativos hispanos regurgitaban contra los romanos para asestar un golpe definitivo que devolviera al pueblo fenicio la gloria de los siglos pasados. El ejército de Aníbal estaba generosa y nutridamente formado por iberos, siendo el grueso de la caballería cartaginesa. Amílcar Barca será el primero que se fije en los fieros soldados iberos. 

El ejército cartaginés se estructuraba en falanges, siendo la caballería ligera y pesada originaria de Hispania la más dotada y valerosa de todas. Entre los hombres de sus falanges ibéricas se extendió, a manera de saludo, la costumbre de realizar el gesto marcial de levantar el brazo con la palma de la mano hacia abajo y ésta, superando la cabeza, llevarla hasta una inclinación sobre la línea trazada por el cuerpo de unos 45 º, es decir, el saludo que todos relacionan con el franquismo español, proveniente del fascismo italiano. 

Los romanos quedaron sorprendidos con esta forma de saludo que los iberos practicaban en Hispania. El gesto implicaba un deseo de paz, un ademán de amistad al mostrar la mano libre de cualquier arma dejando claro al interlocutor que no había ningún peligro ni actitud peligrosa y se hacía como saludo y deseo de prosperidad al saludado. Diversas estatuillas arcaicas de inspiración jonia, sin duda “exvotos” para fines religiosos y que en enterramientos iberos del siglo IV antes de Cristo ya aparecieron, nos dan idea que en el actual sureste español, los nativos, pueblos iberos que se relacionaron con los jonios y los etruscos, practicaron esta moda, este saludo extendido y realizado no sólo por los militares, sino por toda la ciudadanía, y prueba de ello es la estatuilla de mujer en bronce, procedente del Collado de los Jardines, conservada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, así como otras piezas similares de la foto de arriba, y que vienen a constituir un gesto de saludo, sí, pero también de oración o adoración, dependiendo de cuándo y por qué se realizara. 

Si en la actualidad, besarse en la mejilla, darse un abrazo o un simple apretón de manos es el saludo que practica todo el Mundo, en la España Antigua, era éste el modo de saludarse, desearse prosperidad e incluso se usaba en prácticas y ceremonias religiosas. No tardaron los soldados de Escipión, el gran militar romano que venció a Aníbal en Hispania, en llevarlo a la Península Itálica, haciéndose famoso y siendo desde entonces el más repetido entre cualquier ciudadano de Roma. De hecho, desde que las legiones que combatieron en Hispania en la Segunda Guerra Púnica, se licenciaron y los legionarios de las mismas lo siguieran utilizando entre ellos como un símbolo de identidad y corporativismo, el saludo fue extendiéndose a la totalidad de las legiones, y al resto de la población. Tal fue su alcance que acabó como saludo simbólico en actos oficiales de gran trascendencia, caso de las audiencias del César, los juramentos solemnes o como en la foto de arriba, convertida en símbolo de autoridad y señal de oficialidad de manos de los emperadores.

Roma cayó, pero el saludo que un día nació en Hispania se sigue usando con la finalidad de otorgar dignidad y privilegio al saludado. Es lo que ocurre en el año 1521, cuando en la ciudad alemana de Worms se celebra la Asamblea de los Príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico, presidida por Carlos I de España, el Emperador. El 16 de abril de 1521, el fraile agustino iniciador de la reforma protestante comparece con el objeto de que se retracte de sus tesis. Y los príncipes y servidores de éstos, lo saludan a su entrada a la Asamblea con el conocido, “saludo hispánico”. 

El saludo no se extingue. Prueba de ello es el cuadro que pinta el artista predilecto de la Francia de Napoleón, David (1784). Por encargo del entonces Rey, Luís XVI, se escoge un tema de la antigua Roma como estimulante patriótico y con una carga moralizante sin precedentes. Se trata de “El juramento de los Horacios”, en el que el saludo, mal llamado romano, está muy presente. 

Será de nuevo David el que traiga a su obra el gesto por excelencia de Hispania de la que Roma se apropió e inmortalizó. En este caso, retrata uno de los episodios fundamentales de la historia francesa, el acaecido el 20 de junio de 1789 y que supondrá el inicio de la Revolución Francesa. Se reunieron los diputados franceses en la Sala de la Pelota, una construcción de 1686 pensada para que los miembros de la Corte se distrajeran jugando al "jeau de paume”, precedente del tenis o la pelota vasca. En esa reunión se fijó la necesidad de que Francia tuviera una Constitución y unas reglas que limitaran el poder real y dieran mayores derechos, concesiones y libertades al pueblo. Y en 1793 David, convertido ya en el pintor de la Revolución, plasma lo ocurrido años antes, cuando todos los presentes, frailes católicos y reverendos protestantes, revolucionarios, conservadores y en definitiva, la Francia entera acuerda llegar a un compromiso de tolerancia y entendimiento por el bien de la Nación, ocupando el espacio central el afamado Robespierre. Y todos, saludan a la manera hispánica, o como el no documentado diría: mediante el saludo romano.

En 1810, David recibe el encargo del mismísimo Napoleón para que ilustre, decore y argumente la gloria imperial de Francia y su propia figura como padre de la patria y héroe incontestable. Con motivo de su Coronación Imperial, David recibe el encargo de ejecutar cuatro lienzos de tamaño descomunal que perpetúen la gloria del Emperador, pero sólo lleva a cabo dos, el propio de la Coronación y el que tienen en la imagen de arriba, “La distribución de las águilas”, ejecutado en 1811 y que pretende retomar las costumbres de las legiones romanas. Napoleón reparte la nueva bandera con el símbolo imperial a los jefes de su ejército, que tienen que realizar un juramento hacia su Emperador. Y éste, se eterniza y representa mediante el mal llamado “saludo romano”, es decir, nuestro hispánico gesto.



1892. Francis Bellamy, ministro de la Iglesia Baptista y político socialista tiene la idea de celebrar el IV Centenario de la llegada de Colón a América con algún acto que subrayara la personalidad americana, naciendo así el “Juramento de Lealtad a la Bandera” con saludo brazo en alto. Cuando los americanos entraron en guerra con las potencias del Eje durante la II Guerra Mundial, el presidente Roosevelt prohibió el saludo a la manera que ya estaba haciendo Alemania. Sería en 1941, pero con todo, estuvo durante casi 50 años en vigor en los Estados Unidos de América.


1928. Mussolini siguió la ideología que D'Annunzio había pergeñado para Fiume en 1919, de forma que el poeta acababa de convertirse en el precursor del fascismo, incorporando todos los ritos y gestos públicos que el dictador italiano haría suyos: una economía basada en el Estado corporativo, largos y emotivos rituales nacionalistas, una distinción en la ropa de los seguidores fascistas, que en este caso era la camisa negra como símbolo, y una fuerte represión contra la disidencia, si hacía falta, y como signo externo más identificativo, saludarse entre sí y mostrar la adhesión al dictador y a lo que representa, mediante el “saludo hispano”, que no el romano.


1931. El Saludo REGRESÓ A ESPAÑA vía Italia para ser adoptado por los movimientos próximos al fascismo, como las JONS de Ramiro Ledesma Ramos.


1933. Al constituirse Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, se incorporó a su simbología. La antigua "salutatio iberica" volvía a su cuna 2.200 años después, aunque bien es cierto que con una carga moral distinta.


1933. En Alemania era el famoso Heil Hitler (vitoreando a Adolf Hitler) el saludo de la Alemania nacionalsocialista, basado en el romano “Ave César”. Fue adoptado por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP), levantando el brazo derecho, en esta ocasión, unos 135º acompañado de las voces, “Heil mein Führer” o simplemente “Mein Führer”. La motivación para adoptar el “saludo romano” reside en hombres como Heinrich Himmler, jefe de las temibles y atroces SS, convencido de que el mal llamado saludo romano era originario de las tribus germánicas, puesto que en restos arqueológicos del siglo II parece que era la manera de rendir pleitesía a un nuevo caudillo germano tras su elección. Los nacionalsocialistas creian que la versión romana no era más que una versión nórdica de la raza aria y de esta forma la costumbre migró al sur de Europa donde se estableció con el saludo de Salve César. Los nazis, sin saberlo, apostaron por su historia que no era otra cosa que la copia de la historia hispana, acuñada 500 años. Algunos han observado en este “saludo hitleriano” una herencia de la coronación de los reyes germanos medievales, especialmente cuando los seguidores del nuevo caudillo, gritaban tras su proclamación "Heil" (Viva). 


1937. En España perduró el saludo con carácter oficial desde 1937 (en la zona del Bando Nacional durante la Guerra Civil).


1943. Franco se separa de los ideales falangistas de primer cuño y deje de situar el “Saludo” como oficial y de obligatoriedad cívica, aunque bien es cierto que se siguió utilizando a lo largo de todo el régimen franquista.

Fuente: 
David R. Jiménez Muriel-La Alacena de las Ideas 16/11/12)