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jueves, 17 de mayo de 2018

Huella de ESPAÑA en EEUU. Leyenda de CÍBOLA y Las Siete Ciudades de ORO. El virrey Antonio de Mendoza, El Franciscano Marcos de Niza, Cabeza de Vaca y Vázquez de Coronado






España estaba recién instalada en el virreinato mexicano, la Nueva España, pero al norte se extendían las inmensas llanuras desconocidas del territorio de los actuales Estados Unidos, ocupadas tan solo por tribus indias. Solo alguien las había hollado: un individuo llamado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, que venía de ejecutar un insólito viaje: recorrer a pie, de Este a Oeste, el territorio de los actuales Estados Unidos. Además de su hazaña, traía vagas noticias, oídas a los indios, acerca de la existencia, en una región llamada Cíbola, de una ciudad bañada en oro, un imán irresistible para aquellas gentes que habían viajado a América portando una cruz y un sueño.
El virrey Antonio de Mendoza dispuso una expedición al mando de Francisco Vázquez de Coronado para explorar y colonizar aquellas tierras. Pero antes era preciso comprobar la veracidad de la leyenda de las Siete Ciudades. Y para ello comisionó a un fraile, el franciscano Marcos de Niza. Se adelantaría a la expedición colonizadora con la compañía de varios indios y del moro Estebanico, uno de los compañeros de viaje y fatigas de Cabeza de Vaca. Esteban iría por delante de Niza, y entre los dos diseñaron un código: si aquel descubría algo relevante, lo iría señalando a Niza mediante cruces plantadas en el camino, de tamaño proporcional a la categoría del descubrimiento.
Así lo hicieron. Estebanico precedía, y varias jornadas por detrás marchaba Niza. Al cabo de unos días, este empezó a toparse con cruces, de sucesivo mayor tamaño. Hasta que un día apareció en el camino una cruz de enorme tamaño, señal inequívoca de un hallazgo capital. Pero esta noticia quedó ensombrecida por otra: los indios de la comitiva de Esteban informaron que este había sido muerto por una tribu hostil. ¿Qué hacer? Al otro lado de un cerro estaba sin duda el supuesto hallazgo de Esteban. Pero la región era peligrosa y Niza dudaba entre desandar el camino y regresar con protección de tropa, o tratar de ver por sí mismo qué se ocultaba al otro lado del cerro, el sensacional descubrimiento insinuado por la última, inmensa cruz de Estebanico. Optó por lo último, pues, aunque restaba poco tiempo para el crepúsculo, si aceleraba el paso llegaría a la cima con tiempo para avistar lo que fuere. Cuando llegó a la cresta, el sol derramaba la luz de miel de la atardecida. El fraile traspuso la cumbre y el valle de Cíbola se desplegó abajo ante sus ojos. Y en el centro del mismo, un increíble pueblo de casas con las fachadas doradas. Era, sin duda, una de las siete ciudades de la leyenda y su riqueza era elocuente: se trataba de una ciudad de oro.