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martes, 27 de marzo de 2012

Beatificación Mártires de 1936-1939 (304)

Todos murieron perdonando 
Desde 1987, se ha beatificado y canonizado a un millar
de hombres y mujeres martirizados como consecuencia
de la persecución religiosa  en la España Republicana 
A principios de 1936, los Hermanos del instituto de Escuelas Cristianas de La Salle llevaban meses recibiendo insultos y amenazas al grito de “¡Mueran los curas!”. El hermano Oseas era uno de ellos. Sabía que “había que estar preparado siempre para presentarse ante Dios, pues la muerte acecha”. Pocos meses después, en Madrid, era fusilado junto a otros compañeros. Como la del hermano Oseas, hay miles de historias desesinatos por odio a la fe. 
El pasado 17 de diciembre eran beatificados en la capital 22 religiosos de la congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y un seglar. Apenas dos días después, el Vaticano comunicaba que Benedicto XVI había aprobado el decreto que reconocía el martirio del sacerdote diocesano Antonio Mateo Salamero, del laico José Gorostazu, de nueve hermanos de la Orden de los Carmelitas de Antigua Observanza, de 19 hermanos de la Orden de la beata Virgen María de las Mercedes y de 35 religiosos del instituto de Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, entre ellos, el hermano Oseas.  

Asesinados en Madrid  
Se calcula que la cifra de mártires  puede ascender a 6.832, sólo si nos referimos a eclesiásticos. A esta cifra habría que añadir miles de seglares católicos, pero, como señala el historiador Vicente Cárcel Ortí:
“todavía no es posible dar una cifra exacta 
porque, de muchos de ellos, faltan datos precisos 
sobre las circunstancias de sus muertes”

¡Viva Cristo Rey!
Estas fueron las últimas palabras que pronunciaron muchos de ellos. Como las de aquel empleado de la casa de los Hermanos de La Salle en Griñón. Indignado por el maltrato infringido a religiosos enfermos y ancianos y a los novicios de la casa, protestó ante los verdugos. La respuesta: golpes que le destrozaron el cuerpo para terminar siendo acribillado a balazos. Murió por defender al prójimo y proclamando el perdón para sus asesinos. Se acaba de aprobar su beatificación.
Pero si hay una beatificación que ha puesto de relieve el elevado número de mártires de la persecución religiosa de los años treinta en España, esa es la del 28 de octubre del 2007, la más numerosa de la historia de la Iglesia: 498 mártires fueron elevados a los altares. Entre ellos, Saturnino Ortega Montealegre, el arcipreste de Talavera de la Reina. Sufrió un absoluto escarnio público antes de morir: le desnudaron, le pusieron un cencerro, le torearon e incluso le banderillearon. Finalmente, el 6 de agosto de 1936, fue fusilado. Antes de morir, dijo, perdonando a sus verdugos: “Os perdono por amor a Jesucristo, ¡Viva Cristo Rey!”.
“Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón: pero indulgencia que quiero que vaya acompañada del deseo de hacerles todo el bien posible. Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal”. Se trata de un fragmento de una de las cartas que Bartolomé Blanco escribió a su familia y a su novia. Con apenas ventiún años, el joven muchacho reflejaba una madurez y una profundidad en la fe admirables. Pertenecía a Acción Católica y trabajaba con organizaciones obreras católicas. Fue encarcelado el 18 de agosto de 1936. El 2 de octubre, antes de ser conducido al lugar de ejecución, se descalzó para ir como Jesucristo fue al calvario. Murió fusilado de pie con los brazos en cruz, perdonando a quienes lo mataban, mientras gritaba: “¡Viva Cristo Rey!”
En la encíclica "Dilectissima nobis" de 1933, el papa Pío XI, denunció ante el mundo la situación de auténtica persecución religiosa que vivía la Iglesia en España. Así lo corrobora el historiador Vicente Cárcel Ortí, que explica a Misión:
“no existe en la historia de la Iglesia un periodo 
de mayor intensidad persecutoria que el de España. 
Superior incluso al de las persecuciones de los emperadores romanos
 contra los cristianos, que duraron casi tres siglos”.
El Cerro de los Ángeles en Madrid
Sólo en agosto de 1936 fueron martirizados 70 sacerdotes al día. Como cuenta Cárcel Ortí:
“a mediados de septiembre, el número de mártires 
ascendía ya a 3.400. A esto hay que unir 
la destrucción de un ingente patrimonio”.
Ninguno de los que murieron buscaba el martirio. Todos ellos amaban más la vida que sus verdugos la muerte. Pero, a la hora de la verdad, ninguno evadió el momento decisivo. Inermes, en oración, con los hermanos y perdonando a sus asesinos. Esa fue la forma en la que dieron la vida. La política no tiene cabida en esta historia, pese a bandos, leyes de memoria histórica y tintes políticos impostados. Esta historia es una historia de reconciliación, perdón y fidelidad, en la que se exalta y celebra la unidad de vida, incluso ante la propia muerte.
La Santa Sede, sin bandos políticos
Vicente Cárcel Ortí es un estudioso de los documentos del Archivo Secreto Vaticano. Estos no reflejan ninguna connivencia de la Santa Sede con alguna corriente política en la España de principios del siglo XX. Pío XI reconoció la II República, aunque dudaba de su legitimidad política, según nos recuerda Cárcel Ortí. A su jucio, mucho antes de la guerra civil ya había fuertes muestras de odio hacia la Iglesia, como muestran los hechos acaecidos en la revolución de Asturias de 1934, en la que se asesinó a varias decenas de sacerdotes y religiosos.
Publicado en:  revistamision.com