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lunes, 3 de octubre de 2011

Santa Teresa: Doctor de la Iglesia. (139)

Juan Pablo II proclamó en España a Teresa de Jesús: “Figura luminosa y siempre actual, la hija singularmente amada de la divina Sabiduría, la andariega de Dios, la reformadora del Carmelo, gloria de España y la luz de la Santa Iglesia, honor de las mujeres cristianas, presencia distinguida en la cultura universal. Ella quiere seguir caminando con la Iglesia hasta el final de los tiempos. Su figura animosa de mujer en camino nos sugiere la imagen de la Iglesia. Esposa de Cristo, que fue el secreto de su vida y de su misión. Su amor entrañable a la Iglesia Madre no impidió a la Carmelita reformadora dialogar con sus Prelados, exponer razones con galanura y firmeza, sostenerlas con tenacidad y llegar hasta convencer con una mezcla inimitable de fortaleza y humildad”.

San Juan de Ávila le escribió cuando los criterios pusilánimes de los bien intencionados le atormentaron: “No tienen razón los que se escandalizan de oír las hazañas de Dios con sus criaturas pues Dios es infinito en su amor y maravilloso en sus obras y mucho más en su misericordia”.

El cardenal D.Marcelo González, arzobispo de Toledo, la sede primada de España, escribió: “Millones del almas de todos los pueblos y de todas las lenguas se han hecho mejores influídas por la lectura de las obras de Santa Teresa y el conocimiento de su vida. Este éxito de sus escritos se debe no sólo a su genio literario sino a la fresca y caudalosa vitalidad de su fe y de su amor, que nos contagia de su nostalgia del paraíso perdido”.

Las obras de la Santa Doctora han sido, y son, lectura preferida de Papas, Obispos, intelectuales creyentes y aun incrédulos, sacerdotes, estudiantes, hombres y mujeres de su casa, madres de familia y jóvenes de ambos sexos, gentes de toda condición, también protestantes, de otros credos y religiones. El glorioso título de Doctor de la Iglesia, reconoce y valora los legítimos derechos de la mujer.

Doctores de ella Iglesia son aquellos teólogos o escritores eclesiásticos que dan testimonio de la tradición, y en ellos concurren cuatro condiciones: ortodoxia de doctrina, santidad de vida, sabiduría eminente y reconocimiento explícito de la Iglesia. Entre los doctores mencionamos algunos (catálogo de 30): S.Jerónimo, S.Agustín, S.Gregorio Magno, S.Isidoro de Sevilla, S.Bernardo, S.Antonio de Padua, S.Buenaventura, Sto.Tomás de Aquino, S.Alberto Magno, S.Juan de la Cruz, S.Francisco de Sales. Hasta 1970 no se había favorecido a ninguna mujer, cuando se incorporaron los nombres gloriosos de Sta.Teresa de Ávila y Sta.Catalina de Siena. El tardío reconocimiento de sus méritos, estaba compensado por la admiración de sus escritos y la fervorosa devoción del pueblo cristiano. Ávila, ciudad castellana, es conocida en el mundo entero por el nombre de la Santa.

La vida de Santa Teresa es una suma de contemplación, mística y oración difícilmente superable, si se tiene en cuenta el ambiente de la época en que vivió y su condición de mujer. Ella realizó la Reforma de la Orden Carmelitana, es más costoso reformar que crear. Dios la eligió pero ella ofreció siempre el riquísimo caudal de sus condiciones excepcionales humanas y religiosas. Para conocerlas hay que estudiar con detalle su vida entera. Murió a los 67 años en 1582, dejando fundados diecisiete conventos reformados de mujeres y catorce de hombres, trabajos que comenzó cuando ya tenía 52 años, en medio de enfermedades y achaques continuos, teniendo que vencer a cada paso dificultades de toda índole.

Lo hizo poseída de su deseo ardiente de perfección evangélica, de hondo amor a Dios y de servicio a la Iglesia, provocado por el drama de la Europa desgarrada por el protestantismo, así como por la necesidad de predicadores de la fe en la América recién descubierta. Desde 1535 llevó una vida de oración en el convento de la Encarnación, preparándose para restaurar el fervor primitivo del Carmelo, fundando conventos pobrísimos, con pocas monjas, clausura rigurosa y observancia estricta de todas las virtudes propias de las almas consagradas a Dios, sin otro norte que la gloria de su Divina Majestad y la salvación de las almas.

En su libro “Camino de perfección” escribe: “Venidas a saber los daños de los luteranos en Francia y cuando iba en crecimiento esta desventurada secta, fatiguéme mucho como si yo pudiera algo, llorando con el Señor y suplicándole remediase tanto mal...”. Esta página conmovedora revela las motivaciones internas de su decisión reformadora, fue escrita hacia 1555, cuando se había clausurado el Concilio de Trento y estaba en marcha la Reforma de la Iglesia.

La misión providencial de Teresa parece haber sido la de reaccionar contra el seudo-misticismo de los “Alumbrados” españoles y contra la herejía protestante que se extendía por toda Europa. Teresa enseña una doctrina celestial que ejerció una gran influencia en el campo místico, ascético y pastoral, más que en el apologético. Teresa enseña al sacerdote, mejor que nadie, el arte de dirigir las almas por las vías más difíciles de la vida interior.

Santa Teresa tenía una prodigiosa facilidad para escribir. Quizá no hubiera escrito más que cartas (15.000) a no ser por la necesidad de dar a conocer su conciencia para mejor ser guiada, y porque sus confesores se lo ordenaron. Pasó 26 años en el convento antes de que apareciera su primer libro. Hombres eminentes de su tiempo le ayudaron con sus consejos y sus luces: San Francisco de Borja, San Pedro Alcántara, San Juan de Ávila, y más tarde San Juan de la Cruz. Citamos sus principales escritos:

  1. El libro de su vida. Empezado en Toledo en 1562, fue sometido a censura por la Inquisición, que terminó autorizándolo.
  2. El camino de perfección. Iniciado cuando ya estaba en el convento de San José en Ávila, su primera fundación. Lo hizo a petición de sus monjas para dirigir su vida interior.
  3. Moradas del Castillo interior. Es su obra maestra, terminada en 1577, cuando estaba enferma y combatida, en la época en la que San Juan de la Cruz, confesor de la Encarnación, fue encarcelado.
  4. Fundaciones. Admirable por su riqueza espiritual y psicológica.

Fuente: Marcelo González Martín, cardenal Arzobispo de Toledo. Teresa de Jesús vive en la Iglesia (1983).