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miércoles, 16 de mayo de 2012

Obispo Uriarte re-asume la estrategia de ETA (394)

Jesuítas de Loyola-Azpeítia
InfoCatólica
Luis Fernando Pérez Bustamante
El obispo emérito de San Sebastián, Mons Juan María Uriarte, que en los años 2000-2009 sucedió en esa sede a Mons. José María Setién, dando continuidad homogénea a la obra pro-nacionalista de éste, el 8 de mayo dió una conferencia titulada “Espiritualidad de la reconciliación en la coyuntura actual», organizada por el Centro Loyola de San Sebastián. Así informa Antón Iparraguirre en el Diario Vasco (9-5-2012): “POLITICA. Uriarte apuesta por facilitar `mensajes recíprocos entre ETA y el Gobierno". Es significativo el epígrafe de sección que precede a la información de la conferencia: “POLITICA”.

Según el extracto de su conferencia, estamos ante “el dilema” siguiente: “ETA asegura que no entrega las armas y no se disuelve hasta que, con respecto a los presos y otros puntos, no haya podido hablar con el Gobierno y llegar, directa o indirectamente, a ciertas conclusiones. Y el Gobierno dice que mientras ETA subsista y sus militantes lleven pistola y no hayan entregado sus arsenales no se puede fiar". En otras palabras, ETA exige negociación, y el Gobierno la niega mientras la banda terrorista no se desarme y se disuelva. ¿Y Mons. Uriarte qué opina? Él exige negociación, lo mismo que la ETA. Se mostró convencido de que esta situación “solo puede arreglarse con mensajes recíprocos entre ETA y el Gobierno, y en el que participen personas y grupos de mucha autoridad moral". Apoya la exigencia de la ETA, y de hecho, ya la semana pasada participó en una reunión en Bilbao de la Comisión Internacional de Verificación (CIV), con los que hace meses está en relación.

El obispo emérito señaló que “el Gobierno tiene que hacer una ciaboga amplia", es decir, tiene que cambiar el rumbo de su navegación en este asunto. A su juicio, Rajoy “se encuentra con que grupos de víctimas del terrorismo, a las que él ha dado mucho aliento y ha considerado como los únicos, intentan por todos los medios frenar algún paso que debiera dar". Añadió que las víctimas del terrorismo tienen “derecho a ser escuchadas", pero que “no les corresponde tener un peso decisivo” en el proceso de pacificación y normalización, “ni inhibir los movimientos del Gobierno que puedan conducir a la reconciliación".Las víctimas, pues, según Mons. Uriarte deben dejar de ser un obstáculo, como lo vienen siendo, para la reconciliación. No parece importarle mucho al obispo el efecto que esas palabras causan en las víctimas de ETA.

Por otra parte, para identificar a las víctimas no habría que atender “a la causa defendida", sino “al sufrimiento hondo padecido en esta confrontación destructiva” como consecuencia de ETA, los GAL, el BVE y otros grupos y de los “excesos policiales". Ha habido víctimas “inocentes” y otras que han sido “agresoras y agredidas". Estamos, pues, según el obispo emérito ante la “confrontación destructiva” de dos bloques violentos: de un lado ETA, y de otro los GAL, el BVE (Batallón Vasco Español), y también, se entiende, el Gobierno español con sus obstinadas acciones policiales y legales. Asumir esa tesis es admitir el lenguaje de ETA y del nacionalismo vasco.

Está claro: negociación para finalizar el conflicto armado y llegar a la reconciliación y la paz, reconociendo que “ni la causa política (de ETA) ni la razón de Estado poseen el valor absoluto para imponerse a la vida y a la dignidad de la persona"; que tiene que darse una “decisión firme” para que ETA no vuelva a las armas, y para que se garantice “una política penitenciaria más justa y más humana". Mons Uriarte apostó por una “aceptación compartida de la metodología” a seguir sobre “víctimas, exiliados y presos", y con la colaboración de las instituciones educativas, legisladoras y judiciales.

Está programado que esta campaña política de Mons. Uriarte se extienda también próximamente a Álava, Vizcaya y Navarra, siempre en centros de la Compañía de Jesús. A no ser que los obispos locales le paren discretamente, dicéndole algo así como “ya vale, Juan Mari, ya vale".

Como católicos sabemos que:
la misión de la Iglesia, y de los obispos concretamente, debe llegar también al mundo de la política, enseñando la Doctrina Social de la Iglesia, denunciando abusos –leyes abortistas, injusticias sociales patentes, etc.–, promoviendo hospitales, centros de ayuda a los pobres, instituciones escolares y académicas, etc.
– no es misión de la Iglesia ni de los Obispos dar respuestas concretas a los problemas políticos de cada lugar y tiempo: “la sociedad justa no puede ser obra de la Iglesia, sino de la política” (Benedicto XVI, enc. Deus caritas est, nº 28).
– en las cuestiones político-sociales “toca a los Pastores manifestar claramente los principios”, etc, mientras que “es preciso que los seglares acepten como obligación propia el instaurar el orden temporal y el actuar directamente y de forma concreta en dicho orden, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia” (Apostolicam actuositatem 7).

– que siendo precisamente los obispos y presbíteros los encargados de mantener como pastores la unidad de todo el pueblo cristiano –dentro del cual puede haber posiciones políticas muy encontradas, como en el caso del País Vasco hoy–, traicionan gravemente su misión apostólica cuando apoyan una de las posiciones y combaten las contrarias. La autoridad apostólica del obispo sirve entonces para destrozar la unidad de la Iglesia local, sobre todo si perdura largo tiempo (1972-2012 en nuestro caso), poniéndose de parte de unos y en contra de los otros. Ésa es la razón de que la Iglesia ponga como ley que "los clérigos no han de participar activamente en los partidos políticos” (CDC 287,2). En ocasiones la Iglesia suspende o seculariza al obispo o presbítero que, sin licencia, que en casos extraordinarios puede concederse, se dedica a la actividad política.

También sabemos que:
– como enseña Juan Pablo II, “los presbíteros (y obviamente los obispos) son, en la Iglesia y para la Iglesia, una representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor, proclaman con autoridad su palabra; renuevan sus gestos de perdón y de ofrecimiento de la salvación, principalmente con el Bautismo, la Penitencia y la Eucaristía; ejercen, hasta el don total de sí mismos, el cuidado amoroso del rebaño, al que congregan en la unidad y conducen al Padre por medio de Cristo en el Espíritu” (Exhortación apostólica Pastores dabo vobis 1992, nº 15). ¿Por qué Mons. Uriarte, al menos en sus últimos años, no se dedica exclusivamente a ejercitar los ministerios apostólicos que le son propios, dejándose ya, por fin, de “meterse en política", para escándalo y división de la Iglesia?
– la vida de un Obispo emérito, y más si continúa viviendo en la Diócesis de la que fue Obispo titular, debe transcurrir con una inmensa discreción, procurando desaparecer, para dejar al obispo que le ha sucedido el campo bien libre en el desempeño de su ministerio. Una situación como la creada en Guipúzcoa por Mons. Uriarte es simplemente intolerable.

- Cristo, finalmente, hubo de “morir por el pueblo, para reunir en la unidad a todos los hijos de Dios que están dispersos” (Jn 11,51-52). Para guardar a la Iglesia en la unidad y la paz Cristo entregó su sangre en la Cruz. Ahora los pastores apostólicos son los que más poder espiritual tienen para congregar al pueblo en la unidad o para dispersarlo en facciones contrapuestas.

Le rogamos encarecidamente a Mons. Uriarte que descanse ya de su fatigosa labor a favor de una determinada manera de hacer política para poner fin a la violencia terrorista. Y que a nosotros nos permita también así descansar en paz.

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