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martes, 11 de septiembre de 2012

Homilía del Obispo vasco de San Sebastián en Aránzazu: Ex-carcelación de presos de ETA (581)

Homilía de Monseñor José Ignacio Munilla
(Aránzazu, 9 septiembre 2012)

Querida comunidad franciscana de Aránzazu, queridos sacerdotes concelebrantes, queridos fieles todos. Un saludo especial también para las autoridades aquí presentes:

Quisiera comenzar invocando a nuestra Patrona bajo el título de ‘Reina y Madre de salvación’, siguiendo la profunda tradición mariana de nuestro pueblo. Ella ha sido asociada al plan de salvación de su Hijo Jesucristo, en plena continuidad con la vocación que recibió en Nazaret. En efecto, Dios la eligió para ser Madre del Hijo Eterno. Y en consecuencia, le ha otorgado el don de prolongar su maternidad hacia cuantos por el bautismo somos ‘hijos en el Hijo’. Dios la eligió para ser la Madre del Salvador.

Y en consecuencia, le ha otorgado también el don de extender su maternidad hacia la obra salvífica que la Iglesia prolonga por mandato de Cristo. De la misma manera que a través de Ella vino a nosotros el Salvador del mundo, nodudemos de que también ahora, por su intercesión, Dios nos ofrece los dones de la fe, la esperanza y la caridad, que tanto necesitamos. Por todo ello invocamos a la Virgen de Aránzazu como “Reina y Madre de salvación”.

De su mano, permitidme ahora que me centre en los problemas que convulsionan nuestra sociedad, intentando entenderlos y discernirlos en la presencia de Dios… Este verano hemos seguido con tristeza la polémica suscitada en torno a la excarcelación de los presos de la organización terrorista ETA, aquejados de enfermedades incurables o terminales. En primer lugar, me parece necesario denunciar que quienes han hecho y siguen haciendo de este principio humanitario un instrumento de reivindicación política sin condenar los atentados que se han cometido; humillan a las víctimas, dificultan la aplicación de estas medidas y, en definitiva, instrumentalizan el sufrimiento y los mismos principios humanitarios para evadirse de la autocrítica que tienen pendiente.

Ahora bien, al margen de cualquier ambigüedad en la condena de la violencia, también es necesario añadir una segunda reflexión: ¿Son conformes con el sentir cristiano y con la misma ética determinadas expresiones del siguiente tenor: “¡Que se mueran en la cárcel, que se lo tienen bien merecido!”?... Somos conscientes de que, en algunos casos, detrás de esas reacciones laten heridas pendientes de sanación y reparación, causadas por gravísimas injusticias. No olvidemos que tenemos todavía un gran déficit en el acompañamiento a las víctimas del terrorismo, que sufren las consecuencias del horror que padecieron. Pero al mismo tiempo es necesario recordar que el mensaje cristiano es inequívoco: “No te dejes vencer por el mal; antes bien, vence al mal con el bien” (Rm 12, 21). No es suficiente con derrotar al terrorismo —aunque obviamente es necesario hacerlo—, sino que también es importante trascenderlo y superarlo moral y espiritualmente, sin dejarnos atrapar por la espiral de odio que genera.

Ciertamente, es bueno que haya un legítimo debate sobre el margen prudencial con el que los presos que son enfermos terminales —según su actitud y otras circunstancias—puedan ser puestos en libertad para morir rodeados de sus familiares.....

Texto completo de la Homilía:
www.enticonfio.org/enticonfio091.pdf